2 Encuentro de performance en Umbral

"Adaptaciones (en movimiento)", 4-agosto-2012


Los discursos que nos oprimen muy en particular a las mujeres y a los homosexuales dan por sentado que lo que funda la sociedad es la heterosexualidad. (…) Nos oprimen en la medida en que nos niegan toda posibilidad de hablar si no es en sus propios términos. (…) Su acción sobre nosotras es feroz, su tiranía sobre nuestras personas físicas y mentales es incesante.

Sus imágenes —películas, fotos de revistas, carteles publicitarios— constituyen un discurso que cubre nuestro mundo con sus signos, y tiene un sentido: significa que las mujeres están dominadas. 

Por mucho que se haya admitido en estos últimos años que no hay naturaleza, que todo es cultura, sigue habiendo en el seno de esta cultura un núcleo de naturaleza que resiste al examen (…): es la relación heterosexual.

La sociedad heterosexual está fundada sobre la necesidad del otro/diferente. No puede funcionar sin este concepto ni económica ni simbólica ni lingüística ni políticamente. (…) Ahora bien, ¿qué es el otro/diferente sino el dominado? Porque constituir una diferencia y controlarla es «un acto de poder ya que es un acto esencialmente normativo. Cada cual intenta presentar al otro como diferente. Pero no todo el mundo lo consigue. Hay que ser socialmente dominante para lograrlo».

El concepto de diferencia de sexos, por ejemplo, constituye ontológicamente a las mujeres en otros/diferentes. Los hombres, por su parte, no son diferentes. Los blancos tampoco son diferentes, ni los señores. Diferentes son los negros y los esclavos, diferentes son las mujeres y los homosexuales. Esta característica ontológica de la diferencia entre los sexos afecta a todos los conceptos que forman parte del mismo conglomerado. Ahora bien, para nosotras no hay ser-mujer ni ser-hombre. «Hombre» y «mujer» son conceptos políticos de oposición. 

Y la diferencia tiene como función enmascarar los conflictos de intereses a todos los niveles, incluidos los ideológicos.


Extractos y adaptación del discurso de Monique Wittig, “El pensamiento heterosexual y otros ensayos”, leído por primera vez en 1978.