Algo así como una historiografía

En 2003, comencé a realizar, casi desesperadamente, una serie que titulé "Sujetos". Todo lo que se intensificó en los 90, saltó por los aires en 2001, y eso que dieron en llamar "argentinazo" se mantuvo adormecido en el período en que se sucedían un presidente tras otro y durante todo el neoliberalismo. Y eso me enloquecía.
Esos sujetos se concretaron en mi cabeza con algunas lecturas que hice en el CBC que cursaba para entrar a la carrera de Antropología social. Sobre todo Foucault y Althusser ("El individuo es siempre ya sujeto aún antes de haber nacido"). Sujeto a un niño, sujeto a una boda, sujeto a la adolescencia. Comenzaba a hablar por primera vez de la violencia simbólica, de la sujeción cultural, del patriarcado.
Eran, por cierto, feos. Y causaban aún más asco en los espectadores. "Gracias por mostrarme el lado triste de la vida y deprimirme", escribe una persona que firma primero "Anónimo" y luego tacha y se anima a un Jennifer en el Centro Cultural Municipal de Hurlingham.
De a poco comencé a limpiar un poco esa imagen de estudiante de arte. La fase intermedia, poco lograda, fue "Cuerpos religiosos". Allí cubrí fotografías de cuerpos desnudos con mallas de siliconas. Entre las mallas quedaba atrapado un juguete que, según el sexo de la figura, iban de la muñeca al revólver. La religiosidad remitía a la conducta social que las personas naturalizan. La cuestión de género como ideología política que se asume con "religiosidad".
  
               


Izquierda: "Sujeta a un niño", acrílico, carbón sintético y 
radiografías sobre chapadur. 50 x 70 cm. 2002
Derecha: De la serie "Cuerpos religiosos", fotografían en caja, siliconas y juguetes. 20 x 30 cm aprox. 2008 

Un par de años después, realicé un malla inmensa y me fotografié con ella cubriéndome el rostro y el cuerpo. Era la violencia simbólica en forma de tela de araña asfixiando al sujeto. 

                                                              Ensayos de la serie que luego titulé "Sobre mí". 2010
Cuando expuse los "Cuerpos religiosos" por primera vez, estaba embarazada de 8 meses. El 13 de septiembre nació Camila. Y comenzó otro motivo, una de las cuestiones del patriarcado: la maternidad, fue algo que me costó comprender. Eso no significa que lo entienda ahora. Durante todo el 2009, no pude producir obra. Nada. Apenas conseguí unos bollitos de alambre que hacía y deshacía y que luego me hicieron sentir que me había embargado la imposibilidad. Esos rollitos, apretados o hechos marañas, eran parecidos a mi imposibilidad de producir, de decir, de comunicarme. Eran como cuando uno habla: discursos cerrados, complejos o simples, no importa, pero que finalmente no llegan a comprenderse del todo. O nada. Así me sentía. ¡Quién iba a entender en un sistema patriarcal que una mujer detesta la maternidad!
Al superar ese año conseguí mayor concentración y tuve necesidad de hablar de ello. Le comenté a una fotógrafa acerca de los rollos de alambre y le conté que quería decir esto con mi propio cuerpo. Quería mostrar un cuerpo imposibilitado. Así surgió "Las cosas del decir" que tuvo a su vez una versión performática: "Interferencia". La primera fue una serie fotográfica en que aparecía mi cuerpo enroscado con el alambre. La segunda consistía en una acción, sonorizada por un grupo de artes electrónicas, en la que pronunciaba palabras inconexas a los espectadores, a centímetros de su cara. A cada uno le pronunciaba una palabra diferente, cada una se iba superponiendo en un audio que sonaba en cuatro canales. Esas palabras iban ocultando mi voz hasta que todas ellas, yuxtapuestas, formaban un bollo abigarrado, del que cada espectador oía la palabra que más afín le resultaba o lo remitía a alguna cosa, a algún momento, a una situación, a otra persona. Pero nunca podía entrar en contacto conmigo, con lo que a mí me pasaba, que, precisamente, era esa dificultad para comunicarme.

Fragmento de "Las cosas del decir", e "Interferencia", 
performance en Umbral, para La Noche de los Museos. 2010

Foto izquierda: E. Giacobbe.