Museo Provincial del Arte y la Memoria de La Plata

"Partes de la historia"


“Las huellas que dejamos en las paredes o en los objetos son recuperadas
por quienes tantean la ciudad con su tacto.
Los rastros de historia y de emoción [...] 

vuelven al menor conjuro y ante las más inesperadas de las casualidades.
Entonces es cuando esquirlas visuales de la ciudad

saltan desde la memoria del ojo, no como motivo de nostalgia,
sino haciendo chisporrotear las zonas adormiladas del alma.”
Christian Ferrer, 1996.



Estos collages fueron donados al Museo

LOS SIGNOS DEL TERROR

Andrea Trotta

Durante la última dictadura el lenguaje militar se infiltró en la vida cotidiana como amenaza latente pero explícita, a tal punto que lograba confundirse con la monotonía de ser, ver y escuchar siempre lo mismo: “Hallóse un cadáver junto al obelisco”, baleado, publicó La Nación el mismo año en que se produjo el golpe.
El mecanismo del terrorismo de Estado era decir sin hacer saber. O, de ser necesario, hacer saber sin decir. Esa peculiaridad fue, en primer lugar, reproducida por los medios sin mesura y con la meticulosidad del cálculo matemático. Específicos, dato sobre dato, describen una realidad que conduce a una verdad que desplaza la dirección de la mirada. No es una mentira: es la verdad que obliga a los sujetos a hacer, ver, escuchar y decir sólo aquello que está permitido en tanto pueda tolerarse. Ese trazo eficaz que se erigió sobre el lenguaje militar provocó un lazo inalienable entre la realidad y la ficción.
Entre la información que se exhibía en todos los periódicos con total naturalidad sobre la aparición de cadáveres durante el año 76 y las desapariciones de personas parecía no haber coincidencia alguna. Tampoco hubo una lectura posterior que uniera los rostros de los desaparecidos que Página/12 comenzó a publicar, ni bien nació, en el 87, con esos cadáveres “inidentificables” que una década atrás atestaban los diarios argentinos.

Ese era el juego siniestro de los militares: los periódicos anunciaban el hallazgo de cadáveres, la radio cortaba la transmisión para anunciar que en un “enfrentamiento” había sido abatido un “terrorista” –o algunos, decenas, no importaba cuántos, pero los que “no sabían” se aliviaban.
En lugar del sabueso, la DGI amenazaba a los incumplidores con un tanque de guerra; las paradas de colectivos llevaban la ominosa frase de “Zona de Detención” en lugar del viejo poste blanco. Todo el territorio argentino se había convertido, bajo diversos signos evidentes, en una amenaza silenciosa y eficaz. La Argentina estaba completamente militarizada. Fue la “metáfora del campo concentracionario”.

León Ferrari, uniendo todas aquellas pequeñas notas que los periódicos publicaban dispersa y descuidadamente, rescató la realidad que de ese modo los medios dejaron escapar. Ese trabajo tomó forma de obra y la tituló “Nosotros no sabíamos”.
Hoy, con mis pequeños trabajos, intento unir esas notas de cuerpos hallados sin nombre y estos rostros, eternamente jóvenes, que nos interpelan cada mañana al abrir el diario.

Mensaje de León Ferrari respecto de la presente muestra enviado el 17 de septiembre de 2006:

Estimada Andrea.
Me parece muy bueno y oportuno tu proyecto. Aparecen esos recordatorios en Página (una extraordinaria iniciativa de ese diario que nadie le agradece) sin que alguien se ocupe de analizarlos, de comentarlos.
(...)
Un fuerte abrazo
león


ZONA DE DETENCIÓN

Calle Constitución al 1400

Avda. Rivadavia al 1600 y R. Peña

Congreso
Avda. Rivadavia al 2500 y Larrea





Bibliografía y fuentes hemerográficas:
D'Andrea Mohr, José Luis: Memoria Debida, Colihue, Buenos Aires, 1999.
Piglia, Ricardo: Crítica y Ficción, Seix Barral, Buenos Aires, 2000.
Raquel Ángel: "Entrevista a Ricardo Piglia", Página/12, Buenos Aires, 12 de julio de 1987.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-11723-2002-10-20.html